Créanme señores, fue de casualidad. Mis ocupaciones lo delataron.
Quizá una mano amiga contribuyó a la apertura del espectáculo pero faltaba cerrar el círculo vicioso con algún otro truco.
En Negro, con un delicado pase al pie, inició lo que sería un mural de Quinquela o una oda del gordo Muñoz. Lo cierto es que el muchacho con pelota dominada y de espaldas al podio, giró adorado por el sol azteca.
Pero fue de casualidad, se los aseguro.
De reojo miró a todos, a sus compañeros, a sus enemigos, a los espectadores y a hasta a los dioses.
Nadie lo vio o quizá no advirtieron que el muchacho, rulos al viento, ató el balón a su empeine izquierdo, tomó la lanza como Aquiles o quizá Tupac Amaru y atacó, defendiendo el balón como principito a su flor.
Aún me faltaban algunos encargues y estaba por terminar el reparto.
Butcher fue la primera víctima, lo supo. En velocidad salió por la derecha y superó al marcador Fenwick. Nadie había contado hasta aquí. Un héroe de la lucha parecía renacer en un continente desbastado.
De pronto el muchacho levantó la vista, divisó a Beradsley que lo escupió al pasar. Pensó en volverse y potrearlo pero el surco ya lo había borrado con la sombra. El arco, arco del triunfo, se acercaba cada vez más, lo buscaba. Amagó con la cintura y Reid solamente atinó a saludarlo. Game Over para él. Ahora el área dibujaría las reglas que nunca ha de cumplir ni cumplió.
- “¡ Uno más, uno más falta...!”.
Don Miguel aún no me había servido el mate, su mano estaba suspendida en el aire en otro tiempo donde sus ojos empañaron los únicos colores de la pantalla, blanco y negro. Apenas se oía unos versos, un cuento, o una canción de Víctor Hugo que lloraba como un niño.
Pero fue de casualidad, sí. No imaginé jamás tal acontecimiento, el clima, la siesta, mi labor dominical inevitable para los que nos ganamos la vida merodeando.
Un soldado combatía aún con la bandera en el pecho, en tierras de Marcos Y Zapata, usurpadas por Cortés y compañía.
Stevens lo medía, sacó su sable y lo atacó. No pudo ni rozarlo. El muchacho brincó de tal manera que quedó mano a mano, como el tango, con un tal Shilton. Perdimos la cuenta, porque gritamos el gol.
Aún hoy lo recordamos. Fue de casualidad, fíjense ustedes.
San Filippo estimó que había sido en contra. ¡Macanas!, ni la repetición se necesitó para saber que un toque sutil con su varita vestida de cuero negro y con tapones lo marcaría como el mejor.
Una y otra vez la imagen recorre el mundo desde su creación.
Con don Miguel, ambos un poco más viejos que aquel domingo de junio, nos juntamos a tomar mate de cuando en cuando y comentar que fue de casualidad, esa tarde yo no debía pasar por su casa a dejarle el pedido.
Autor: VICTOR TORRES.
Ilustracion: Juan Ignacio Garcia-Santangelo.
Autor: VICTOR TORRES.
Ilustracion: Juan Ignacio Garcia-Santangelo.